martes, 30 de septiembre de 2014

Sangra el toro sobre la arena parisina

Por Raúl S. Saura

titulo foto 

No cabe duda del carácter que ha impreso Luis Enrique sobre su nuevo equipo. Él, el iron man, es joven, fuerte, exigente, rápido, no le gusta ser blando sino salir al ruedo y reducir a quien le pongan. Y esta metáfora no queda del todo desencaminada, como un toro este Barcelona ataca, con su fiereza se guía. Estudia a su rival, lo analiza en profundidad y no descuida tanto como quisieran pero sí más de lo que debiera.
Se medía el miura blaugrana a todo un rival de enjundia, echuras y artillería pesada: el Paris Saint-Germain de Laurent Blanc que, pese a no contar con referentes como el renegado Ibra, el líder Thiago Silva o el polémico Lavezzi seguía siendo capaz de torear a quien le viniera a su feudo, a la arena del Parque de los Príncipes.
Luis Enrique en ningún momento se confió y llegó a París con los entrenamientos hechos y con un once semititular: Ter Stegen parece haberse apuntado a la Champions y Bravo a la Liga pero habrá que ver si esto se mantiene a partir de ahora; Piqué sigue saliendo desde el banquillo en favor de los demás, esta vez
de Mathieu y Mascherano; Rakitic, Busquets e Iniesta ejercían de ingenieron en la sala de máquinas y el tridente de arriba lo formaban Messi, Neymar y Pedro. A falta de Luis Suárez, aquel era un once titular de principio a fin porque el partido que les aguardaba no iba a ser regalado y eso lo sabían.
Pero Blanc también hizo lo suyo y sabe que el toro mata con su fiereza y muere con ella, no contaría con sus primeras espadas pero no saldría nunca ileso de Francia. Y no salió. 
El planteamiento visitante no sorprendió para nada y no se contaba con que así fuera, por mucho que Luis Enrique no se case con nadie, los mejores son los mejores y han de enfrentarse contra los mejores, más ante un PSG que apunta alto y se ha apuntalado con el único y principal objetivo de levantar la Champions y no andan nada desencaminados porque cada año van a mejor y de la última visita culé en abril de 2012 a ahora ha habido un abismo. Allí comenzó la decadencia de Messi, allí asistimos a su último milagro, su victoria sobre los parisinos renqueante de su lesión. A la desesperada se pudo con ellos, esta vez no ha surtido el mismo efecto porque el equipo del jeque no ha hecho sino mejorar. 
Y para imponerse sobre un histórico del continente no querían amilanarse y con intención de matar salieron a presentar batalla al miura. Los Motta, Verratti, Cavani y demás eran conscientes de la mina de oro que encontrarían a la espalda de los laterales con las actuaciones (a la postre soberbias) de Pastore y Moura que se impusieron en todo momento sobre unos Alba y Alves que no pasan por su mejor momento. Verratti aportaría tranquilidad, el equilibrio necesario para poner en funcionamiento todo el vendaval ofensivo local ante el que el visitante no se quedaría corto; el toro también salió con ganas de sangre y terminó por saborear la propia. 
Fue un partido de ataques magníficos, furibundos, que permitieron colocar el primer tanto en el luminoso a los diez minutos de mano de David Luiz, el central que no fue, que controló al primer palo la falta botada por Moura y cruzó el cuero lejos del imberbe Ter Stegen, para indicar el del empate dos minutos después en un rebufo de Messi cerca del poste izquierdo. Igualaba a Ronaldo en Champions, a tres tantos de Raúl. Todo esto antes del cuarto de hora y ya se percibía que aquel no sería un enfrentamiento fácil entre los contendientes, sino a vida y muerte y cada uno con sus armas atacaría. Así, el encuentro fue de ida y vuelta, lo que tradicionalmente no ha favorecido a los catalanes, menos cuando encajaban su primer tanto de la temporada. Comenzaba la pesadilla para el portero alemán. 
Las cuchilladas parisinas no hacían sino señalar la falta de concentración en la defensa, las repetidas pérdidas de balón de Busquets, la pasividad de los centrales o su mala colocación. Sobre las once todos reparamos en que ninguno de los dos era central y entre arreones el PSG acertaba con el segundo. Verratti volvía a poner por delante a los suyos ayudado por una salida en falso de Ter Stegen tras un centro desde la esquina. El más bajo remató y de cabeza metió, la defensa suspendía en su primer gran enfrentamiento de la temporada.
Los culés atacaron, pese a que se tratara del encuentro más gris de Rakitic, pese a que Neymar no ejerciera de diligente escudero de Leo, solo el argentino y el peleón Pedro mantenían el nivel de un Barcelona que, no nos engañemos, no desmereció en ningún momento. En la solidez defensiva rival y la rapidez de los malditos laterales encontramos las causas de su error. Quizás podrían haber aumentado la velocidad de balón más arriba, más de un cambio abajo con un Alves que pide a gritos un sucesor, una defensa que requiere de mayor trabajo en colocación y concentración y un Ter Stegen que se ha visto superado por las circunstancias. Pero no nos olvidemos de que el chaval tiene talento y este equipo también. Este equipo empató el encuentro en dos minutos, atacó y presionó hasta a Sirigu y aun así llegó perdiendo al descanso.
Y se amplió la diferencia en el 54' con Matuidi en una jugada sensacional de los parisinos, en una combinación rápida y eléctrica que remató el francés a centro de Pastore. Pero no por ello se vino abajo como hubiera hecho el curso anterior, sino que redobló sus fuerzas con el orgullo de toro herido y salió Neymar a la palestra para inventarse el tranquilizador 3-2 con un toque sutil. Aquello, señoras y señores, era un partidazo de cabo a rabo donde los dos contendientes no se dejaban derrotar, donde el toro y el torero bailaban sin tiempo para respirar. Donde las defensas se vieron varias veces superadas por los atacantes, como en los buenos partidos.
A falta de media hora el Barcelona aún podía igualar el encuentro, Messi podia reaparecer, Neymar ya que había despertado, podía no dormirse. Y así el toro corneado siguió atacando y desangrándose. Ellos tenían el balón, los rivales las contras. Los jugadores del PSG eran más rápidos, más fuertes y tenían las barrigas menos llenas. Vimos bailar a un Barça muy digno todo el partido pero desde entonces empezamos a comprender que a veces no es tu día simplemente. Que perder ante un grande no deshonra sino que educa. Los cambios no aportaron nada.
Xavi (jugador con mayor número de partidos en la competición), Munir y Sandro entraron por Rakitic, Pedro y Alves. Luis Enrique quiso quemar las naves, nervioso, y nadie le denegará la valentía por ello, ahora le espera el infierno que ya vaticinara en rueda de prensa. El asedio tuvo lugar y el toro pareció acorralar a su matador con ocasiones de todos los colores, con Marquinhos (otro que no fue aunque a este nunca se le quiso) teniendo que sacar el esférico casi bajo los tres palos. Jordi Alba soñará con esa jugada.
La hinchada culé creyó realmente en el empate, los más optimistas (una raza exótica de reciente implantación) incluso en la victoria pero el toro se descubrió finalmente con mucha sangre perdida, con mucho tiempo ido y cayó en el 94'.
Sería injusto criticar a estos jugadores y a este entrenador por perder este partido. En primer lugar, lo perdieron en el Parque de los Príncipes ante el PSG, que ya no es un niño pequeño en estas competiciones. En segundo lugar, el equipo jugó a la perfección, con saña y con ganas. Falta reorganizar a la defensa, incluso se ha hablado ya en el equipo de Luis Enrique del doble pivote entre Masche y Busi. Falta atender a la edad y estado de Alves, a la edad y estado de Ter Stegen. Uno poco ofrecerá ya, al otro le queda mucho y todos los testigos de la Bundesliga ponen la mano en el fuego por él. De dos meses imbatidos a tres goles en una noche es un paso duro pero necesario para curtir a un equipo que necesita no dormirse en los laureles. Estos días Marc-André no contará con muchos amigos en Barcelona, Bravo adquirirá mayor peso si el técnico comienza a dejarse llevar por las presiones exteriores, pero nadie ha de desistir con el chaval.
Peleó el toro, hasta la última gota de energía como siempre y perdió como nunca este año. Al final, sudado y derrengado, sangró sbre la arena parisina. Aún le queda ruedo.

titulo foto

No hay comentarios:

Publicar un comentario